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Me divierte el perreo

  • @delobera
  • 19 nov 2017
  • 3 Min. de lectura

Nunca. Jamás. En la vida. Reitero y reiteraré: mientras siga vivo, no lo haré. No justificaré, bajo ningún concepto y sin ninguna excepción, una letra machista de reggaetón. Por supuesto que será culpa de él si se porta mal, y ella siempre tendrá tiempo para decir que no, por mucho alcohol o demás sustancias estupefacientes que haya de por medio. Ella baila para divertirse, y él no la puede ver como un objeto. No le está provocando, ni calentando. Se ha puesto esa falda de cuero tan estrecha y corta, esa que le gusta tanto, porque así se siente guapa. Y, además, se siente incómoda si la mira más de la cuenta, y más todavía si le toca una pierna en la tarima.


Desprecios, invasiones de la intimidad, infidelidades, orgías, insultos, desnudos, drogas, forcejeos, maltratos. Él no se puede contener, ella se resiste. Ella está borracha, él la convence, pero yo no me lo creo. Son letras machistas y sexistas, hacen apología de ello y también de violencia de género y llegan a los chicos y chicas más jóvenes. Se las saben de memoria. Son peligrosas. Suenan en todas las fiestas, en la televisión y en la radio. Y yo, a veces, las bailo. Para escuchar por la calle, o en casa mientras estudio o cocino, prefiero música pop, o rock. O jazz. Indie, rap o pachangueo. Lo reconozco, tengo ese defecto. Lo escucho todo y también lo bailo. Me encanta el ritmo y moverme con él, y con mis amigos cuando salimos de fiesta. Y a las canciones de reggaetón les sobra de esto.


Hay muchas situaciones vitales

que merecen ser perreadas


Ninguna de las características de esos “compositores”, “artistas” o “cantantes”, queriendo destacar especialmente el sentido irónico que aportan las comillas, me representa. Yo no tengo nada que ver con ese ser tan despreciable como ignorante, un tal Maluma, o como más me gusta llamarlo: Malumachote. Guapo, apuesto, latino. Sexy. Cachondo. En todos sus conciertos sube al escenario a una joven que no conoce de nada, seguramente guapa y más o menos 90-60-90. La sienta en un taburete, le canta al oído que va a ser suya, y termina besándola en el cuello y después en la boca. Un espectáculo un tanto afrentoso a los ojos feministas y humanos del que mira. Eso sí, el chaval asegura en uno de sus temas más polémicos haber estado enamorado de “cuatro babys”. Cuatro mujeres que siempre le dan lo que quiere, “chingan” cuando él se lo pide y ninguna “le pone peros”. Dos de ellas son casadas, una soltera y a la otra, “medio psycho”, si él no la llama, se desespera. Así lo cuenta en el estribillo, que casua mente, contiene las frases más suaves del tema y las únicas que me atrevo a repetir. Cierto y esperanzador es el hecho de que la canción ha sido denunciada y también su compositor. Las redes han ardido con este botón de la muestra. Solo un ejemplo destacable entre varios, que ya son demasiados.


Me divierte el perreo, he dicho. Me he quitado ese prejuicio de encima. Me gusta perrear “a muerte” con mis amigos de fiesta o en una clase de zumba. Y no me divierten las letras, no me gustan sus mensajes. De hecho, me preocupan. Por eso, llegados a este punto, creo fielmente que es necesario hacer una diferenciación: hay canciones sanas y canciones tóxicas. Canciones con letras divertidas, de amor o desamor, de fiesta, vacaciones y bicicletas. Letras en las que él no es más que nadie, y ella no es objeto de nada. Y también hay cantantes de reggaetón beneficiosos para la salud, y otros cantantes religiosamente repulsivos. Cantantes débiles que caen en ese hondo pozo, del que es tan difícil salir como componer un tema del verano sobre lo maravillosa que es la vida pansexual, homosexual, autosexual, en soltería o en un convento. Hay muchas situaciones vitales que merecen ser perreadas. Que necesitan un ritmo latino, una percusión que te haga mover la cadera desenfrenadamente. Situaciones alejadas de esta arcaica y maloliente correlación machista, hetero patriarcal y, además, obscena.

Si por mi fuera, que mañana mismo se extingan las letras machistas de reggaetón. Pero hoy salgo a celebrarlo.


Hace bastante tiempo que vivo con este sentimiento de culpabilidad. Algo que tiene que ver con la responsabilidad social que tienen estas letras y mi papel como habitante de un mundo todavía machista que tiene que seguir luchando por la igualdad y el respeto. Pero una cosa no quita a la otra, de eso estoy seguro. Que me divierta el perreo y bailar con mis amigos este tipo de música no me exime de ser feminista y, además, de estar en contra de estas letras. Soy feminista hasta la médula. O lo intento. Y si por mi fuera, que mañana mismo se extingan las letras machistas de reggaetón. Pero hoy salgo a celebrarlo.


Editado por @marttapeiro y @delobera

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