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Mi primera vez



Blue Fantasy Cristal, Imperial Rabbit, Icicles, Dylan, Caesar, Crystal Jellie... No. No son nuevas películas de Disney, ni el nombre de ninguna máquina depiladora. Son algunos de los nombres que tenían los consoladores del sex shop al que fui por primera vez.


En mi cabeza me esperaba una tienda muy rosa, con muchas luces y con la típica dependienta súper simpática que te pregunta si necesitas algo porque te ve perdida. Lo de rosa sí que se cumplía un poco porque 2 de cada 3 juguetes sexuales lo eran, supongo que por eso de que sean lo más parecido posible al color de piel o por hacerlos más realistas.

Las luces también estaban presentes, de hecho, cuando fui al sex shop era de noche en la calle y en cuanto entré a la tienda creí haber muerto y estar viendo la supuesta luz al final del túnel. Vaya desgaste de electricidad.


Lo que no estaba presente fue la dependienta híper simpática. Era un hombre de unos cincuenta y pocos, con gafas de pasta redondas y negras, de pelo escaso casi tan oscuro como sus ojos y sin presencia de ningún atisbo de felicidad en su cara. A mí esto me hizo sospechar, claro, porque si estás vendiendo cosas en un sex shop que se supone que te van a alegrar lo que viene siendo la vida sexual, por lo menos sonríe un poco.


Pero cuida con qué gustos tienes porque igual no te llega ni para el consolador más sencillo


Aunque he de admitir que yo y mi amiga también íbamos serias, pero para disimular, no queríamos que la gente supiera que en realidad no teníamos ni idea de para qué servían la mitad de cosas que había expuestas. Había jaulas, kits de geisha, todas las películas porno que te puedas imaginar, mil tipos de lubricantes y otros tantos de consoladores, disfraces de despedida de soltero/a, kits de 50 sombras de Grey y aparatos que no sé ni describir. Está claro que en el sexo hay cabida para todo tipo de gustos. Pero cuida con qué gustos tienes porque igual no te llega ni para el consolador más sencillo. La mayoría de productos que había en el sex shop no bajaban de 50 euros. Le pregunté al dependiente si me podía enseñar algún consolador barato para una amiga que cumplía años pronto. El consolador de uso más fácil (y pequeño) que encontró costaba 25 euros. Así que podríamos decir que comprarse un juguete sexual es casi darse un capricho.


Nosotras seguimos cotilleando en la tienda y nos llamó la atención algo: era un... no sé si consolador u objeto de decoración, enorme. Tendría como unos 25 centímetros de diámetro. De diámetro. Y más de medio metro de largo. Más de medio metro. Os prometo que el tamaño me sorprendió pero el primer pensamiento que me vino a la mente fue: "Madre mía, ¿cuánto debe costar eso?". Me quedé sin saberlo porque estaba colocado en lo alto de una estantería y no llegaba a cogerlo.


Unas cabinas, individuales o dobles (...). Y unas cabinas Glory Hole


Productos aparte, la tienda también contaba con una zona de ocio y disfrute. Unas cabinas, individuales o dobles, en las que se pueden ver más de 5000 películas porno. Y unas cabinas Glory Hole. En el tiempo en el que estuvimos en la tienda solo salió un hombre de esa zona, con prisas, mirando hacia abajo y con una mochila en la que supongo que llevaría todo lo necesario para estar en una cabina un ratito.


Así que ya sabéis: si queréis pasarlo bien, aprender cosas nuevas o simplemente tenéis curiosidad, no dudéis en acercaros a vuestro sex shop más cercano y preguntar las dudas que tengáis. A ver si tenéis más suerte que yo y os toca una dependienta que os transmita confianza.


Editado por @delobera y @marttapeiro


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